Poems About and Inspired by Carlos Goico
AUTORRETRATO VII Los Búhos a Carlos Goico by Harry Troncoso Parady
Retrato del Pintor Carlos Goico (Médar Serrata)
En un cuadro de Goico estoy mirando a solas
las líneas y el color del desamparo
una frente que estalla un rostro atribulado
–mi propio rostro– veo
mi pensamiento mismo saltando de ola en ola
Ese cuadro no existe desde luego
o fue destruido tal vez
o se ha extraviado
yo lo rescato ahora
tal vez yo lo he pintado
y es Goico quien escribe este poema.
Todos Somos Carlos by Rene Rodriguez Soriano
Si la ternura fuera un trazo rojo intenso que nos golpeara la vida con locura, todos conoceríamos a Carlos.
Si la alegría fuera un pez chorreando de azul por la avenida de la tarde que se puebla de amarillas consecuencias, todos soñaríamos con Carlos.
Si la tarde fuera un espacio imaginario que, de tres pinceladas tenues a la taza, hiciera café fortísimo sin cafeína, todos odiaríamos a Carlos.
Si la ciudad fuera un lienzo, plácidamente extendido sobre el baldío lleno de verdes juguetones, todos amaríamos a Carlos.
Si las islas –sin fronteras, todas– fueran un jardín flotante con un rey manco, con la sonrisa rota de miel y mariposas, todos le temerían a Carlos.
Pero, ¿quién le teme a un trazo afónico con la sonrisa trunca, gris y chata, como las uvas de la ira, mal calzado y mal peinado?
¿Quién se ocupa de un duende taciturno que, una tarde de lirios y margaritas, tratando de descifrarle un guiño a la Vía Láctea, perdió el tren y se quedó sin calendario en el andén?
¿Quién le sigue los pasos (taciturno, atrevido, retozón, mágico y lúdico), por las calles y plazas y, en alados corceles de espuma, se interna sin visa por los claros pasadizos que conducen a sus sueños poblados de sirenas, faunos y reyes sin reinos de este mundo?
¿Cuántos saltimbanquis o atildados funcionarios se ríen, lloran o se doblan de ternura ante una Alfonsina desgarbada de Carlos?
¿Cuántos rabian sus horas por las calles sin rumbo junto a una Reina amarilla o un Rey sólo siempre, negro?
¿Y, a fin de cuentas, quién viene a ser el desdentado Carlos, en cuestión? ¿De dónde diablos viene? ¿Adónde va?
Todos, a tiempo completo, lo ignoran. Y, aunque se hagan de la vista gorda, engañándose en blandas realidades de videocasete, Carlos existe. Pinta. Se desangra y nos estruja la vida con todos sus matices. Todos soñamos con él y, sin proponérnoslo, lo miramos sin verlo cada día, en cada trazo suelto, en cada esquina.
Y, aunque le pongamos todo el amargo azúcar, él nos endulza la existencia, casi sin intentarlo. Carlos Goico es así: mágico y manso. En la inmancable compañía de sus héroes mitológicos, sus pinceles, sus colores y sus lienzos, viene y se va por los recodos de las horas y el silencio. Todos somos Carlos. [rrs]
CARTA A GOICO DESDE EL SILENCIO by Palmero Callejero
Printed in Tony De Moya’s Blog epistheme
Carlos con su sonrisa de Goico,
Goico con su sonrisa de asfalto y margaritas de piedra.
Blancos demonios te sembraron un sol en el cerebro
y te hiciste alérgico a la noche, tu novia-muerte;
quien te desterraba de sus andenes, y engañabas,
haciéndote invisible con una tercia de ron
para alimentar tus caries de arcoíris.
Te acompañé, alguna vez, sin sol ni escondite,
a fundar esquinas, a conquistar ladrillos, a perseguirte;
desandando tus pasos, hasta donde tu madre se despedía
y se pegaba a tu piel, para tu dolor y su eternidad.
Goico con su sonrisa de Carlos, convirtió estiércol en flores
y algunos lienzos del aire, madera, fuego y rabia,
terminaban al lado de algún turista sin resaca ni nubes.
Desde que confundiste una tableta de “Mejoral” con la luna
te persiguió la ternura, que a veces acallaba tus gritos y pinceladas malditas.
Te conocí camino a un trompo ensartado en la lluvia,
camino al verde que no era el limoncillo de tus patios,
camino al azul que no era la mar de aquel balcón de sueños y empedrados;
te conocí doblando hacia tejados sin chichiguas ni abanicos,
sin luz, a la hora exacta del calor y un moro de anafes y sardinas:
te conocí.
Te olvidé.
Te olvidé al final de tu arca de colores, te negué tres, cuatros veces,
te maldije sin quejas ni compinches,
te di limosna con máscara de rico, sí, te olvidé.
Perdóname Goico pero no soportaba a Carlos.
Perdóname Carlos, pero no soportaba a Goico.
Pero Carlos me reconcilió con Goico y Goico a Carlos
le da las bendiciones que le envío,
envueltas en un pastel de madera y susurros.
No cabe Carlos Goico en su sonrisa
de carcajadas de domingos, haciendo un “serrucho”
para desenredar la tarde, desde donde me mira,
brotadas las pupilas…y no olvido.
Palmero Callejero
6 de junio, 2013